HAGAI CARMON: “ISRAEL CAMINA SOBRE UNA CUERDA FLOJA. UN PASO EN FALSO PODRÍA CONVERTIRLO EN UN PROTECTORADO”

En Israel de 2025, parece que el viejo chiste del “Israel, el estado número 51 de Estados Unidos” ya no tiene gracia, principalmente porque se asemeja demasiado a la realidad, donde el propio presidente Trump media en los ceses al fuego, dicta el ritmo de las operaciones militares y anula casi todas las decisiones de Benjamín Netanyahu. Pero tras el humor subyace una pregunta crucial: ¿Cuánta independencia le queda a Israel y cuánto control desea realmente Washington?

Cuando las sensaciones se convierten en estadísticas, ya no cabe bromear. Según una encuesta publicada por el Canal 12 el fin de semana, el 69% de la población israelí cree que Israel se ha convertido, de facto, en un protectorado estadounidense. Esta cifra refleja un sentimiento de dependencia nacional: muchos israelíes sienten que el centro de la toma de decisiones se ha desplazado de Jerusalén a Washington y que, aunque conservemos la soberanía formal, la independencia estratégica hace tiempo que no está garantizada.


CARTEL DE APOYO A TRUMP DURANTE SU VISITA EN ISRAEL

Desde la perspectiva estadounidense, Israel es tanto un activo como una carga. Washington disfruta de una base estable y bien armada en el corazón de Oriente Medio, sin necesidad de mantener allí un gran número de tropas estadounidenses. Israel funciona como el portaaviones insumergible de Estados Unidos, una base avanzada, un laboratorio tecnológico y un centro de inteligencia único. Proporciona a los estadounidenses experiencia de combate en tiempo real y un socio democrático en una región convulsa. Pero esa misma cercanía también convierte a Estados Unidos en cómplice de cada conflicto, ya sea en Gaza, Líbano o Irán. Cuanto mayor es el vínculo, mayor es el precio.

Por otro lado, Israel goza de un apoyo sin precedentes: armamento avanzado, protección diplomática y ayuda financiera que se ha convertido en parte integral del presupuesto de defensa. El sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro está financiado por Estados Unidos. Los aviones que surcan los cielos son estadounidenses. Incluso la munición almacenada en reservas de emergencia proviene de arsenales estadounidenses. Esta dependencia otorga a Washington una influencia que Trump utiliza abiertamente. En el pasado, la presión estadounidense se ejercía discretamente, entre bastidores. Hoy en día, es flagrante, pública y, a veces, humillante. La verdadera pregunta no es si Israel puede sobrevivir sin Estados Unidos, sino si puede actuar sin pedir permiso. En los últimos meses, el mundo ha visto a un presidente estadounidense dictando órdenes a generales de las fuerzas de defensa de Israel (IDF) casi en tiempo real. Órdenes que antes se daban en voz baja, con discreción diplomática, ahora se transmiten ante las cámaras. La imagen es clara: el presidente de un país dirige el gabinete de guerra de otro.

¿Es realmente probable que Israel se convierta en el estado número 51 de Estados Unidos? Por supuesto que no. Nadie lo desea, ni los israelíes ni los estadounidenses. Si un congresista presentara un proyecto de ley para anexar Israel como territorio estadounidense, sería rechazado de inmediato. El público estadounidense aprecia a Israel, pero no desea financiar sus guerras ni morir en su nombre. E Israel, que consagra su soberanía y su patrimonio, no renunciará a ellos por un escaño en el Congreso ni por otra estrella en la bandera.

Pero si se observa con atención, se puede apreciar el parecido con Puerto Rico o Guam: entidades dependientes y protegidas, que no se cuentan entre los 50 estados de Estados Unidos. Israel podrá conservar su bandera e himno, pero las decisiones cruciales —de vida o muerte— se toman cada vez más en Washington. Un país que luchó por su independencia parece estar entregándola voluntariamente.

Este es un fenómeno nuevo. En décadas anteriores, Israel y Estados Unidos tenían intereses similares, pero distintos. Washington asesoraba; Jerusalén decidía. Hoy, las fronteras se han difuminado. Estados Unidos ha pasado de ser un socio estratégico a un supervisor táctico. Incluso la política interna israelí está influenciada por las elecciones estadounidenses: quien ocupe la Oficina Oval determina cuándo se moverán los tanques israelíes y cuándo se detendrán.

La conexión también es estrecha en sentido contrario. Israel está profundamente entrelazado con el sistema estadounidense: los cristianos evangélicos ven sus victorias como una prueba profética, las industrias de defensa estadounidenses se enriquecen gracias a la cooperación con Israel, y el Congreso, cuya gran mayoría lo ha apoyado durante décadas, ve la relación como un símbolo de la resiliencia occidental. Pero esta cercanía tiene un precio: cuando Israel tropieza, Estados Unidos sufre las consecuencias, y recientemente se han escuchado otras voces preocupantes en el Congreso.

El dominio de Trump sobre Netanyahu revela una tendencia más amplia: la transición de Israel de ser un país en desventaja a un estado cliente, en el que el espíritu de independencia que sustentó su fundación está siendo reemplazado por la comodidad estratégica, basada en suministros garantizados y el derecho de veto en la ONU. El precio es oculto pero real: menor flexibilidad, menor independencia política y la percepción pública de que Israel ya no decide por sí solo.

La ironía reside en que algunos israelíes están satisfechos con la situación. «Trump se encargará», dicen, «él sabe lo que hace». Es una respuesta nacida del cansancio, pero conlleva un peligro: cuando un pueblo comienza a confiar su destino a una potencia extranjera, la soberanía se convierte en un eslogan vacío de significado.

Entonces, ¿cuáles son las opciones? ¿Puede Israel redefinir sus relaciones con Washington y mantener la ayuda sin renunciar a su independencia? Teóricamente sí. En la práctica, casi imposible. El poder de Estados Unidos se basa en el dólar y las armas. Cualquier gobierno israelí que se atreva a reducir la dependencia pagará un precio económico, militar y político. Por otro lado, la identificación total, según el modelo del “estado número 51”, eliminaría la identidad de Israel. No existe un punto intermedio que equilibre el orgullo con el pragmatismo.

El dilema también es complejo para Estados Unidos. Israel le proporciona un enorme valor estratégico, tecnológico y de inteligencia, pero también lo arrastra profundamente a los conflictos de Oriente Medio. Cada misil, cada muerte de civiles, se vuelve como un bumerán contra los medios de comunicación y el Congreso estadounidense. De esta manera, Estados Unidos paga el precio de la posesión, sin los derechos de soberanía.

Y, sin embargo, el vínculo no puede romperse. Se basa en valores democráticos compartidos, fe y décadas de interdependencia. Esta alianza ha sobrevivido a asesinatos, intifadas y cambios de presidentes, pero ambas partes deben comprender el peligro del exceso. Para Israel, la dependencia podría convertirse en una adicción. Para Estados Unidos, el control podría convertirse en una carga.

La verdadera pregunta no es si Israel puede sobrevivir sin Estados Unidos, sino si puede actuar sin pedir permiso.

Quizás no se trate de anexión versus independencia, sino de una “fusión estratégica”: una conexión tan profunda que ya no puede disolverse. Estados Unidos e Israel nunca han estado tan entrelazados, política, militar y emocionalmente. Este vínculo salvó a Israel en el pasado y puede salvarlo en el futuro. Pero en toda relación, incluso en el amor, hay un límite. Cuando un amigo controla cada uno de tus pasos, deja de ser un amigo y se convierte en un guardián. Israel camina actualmente sobre la cuerda floja. Un paso en falso, ya sea en el ámbito militar o en Washington, podría convertir la alianza en un clientelismo. Para un país que surgió de una lucha por la independencia, esto debería doler más que cualquier misil enemigo.

Hagai Carmon es abogado israelí-estadounidense, representó al gobierno de Estados Unidos en los tribunales israelíes durante 31 años.

Fuente: Haaretz, 4-11-25

Traducción: Daniel Kupervaser

Herzlya – Israel 4-11-2025

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