EN MANOS DE TRUMP, LA IDÍLICA VICTORIA TOTAL DE NETANYAHU SE CONVIRTIÓ PARA ISRAEL EN DESCENSO ESTRATÉGICO DE LIGA

El mundo fue testigo a principios de esta semana de dos acontecimientos en New York y Washington que, aparentemente, pronostican un posible antes y después en todo lo que respecta a la configuración de fuerzas en Medio Oriente. En primer lugar, la histórica decisión del Consejo de Seguridad de ONU que, en la práctica, concedió a Trump personalmente el protectorado sobre Gaza. En segundo lugar, la fastuosa recepción y la canasta de ofrendas que Trump amablemente le concede al líder supremo de Arabia Saudita. Frente a nuestros ojos aparenta configurarse una nueva era en la región.

Tzvi Barel, el excelente analista israelí del diario Haaretz, como de costumbre, da en el blanco con su nota titulada “USA convierte a Arabia Saudita en su aliado e Israel se queda a la espera de las ordenes de Washington”. Así lo resume Barel: “mientras Washington y Riad planean conjuntamente una nueva arquitectura política en Oriente Medio, Israel ha perdido su ventaja sobre los países de la región en ojos de Trump. Israel quedó sujeto a los dictados de la administración estadounidense, influenciada fuertemente por Bin Salman”.


TRUMP Y BIN SALMAN ORGANIZAN EL NUEVO MEDIO ORIENTE

En la constelación de este giro dramático, Trump eleva a Arabia Saudita a la posición de aliado preferencial en un marco apropiado al de un pacto de defensa bilateral permitiendo su equipamiento con armamento moderno, desarrollo de energía nuclear en suelo saudita y demás ventajas, todo ello desentendiéndose de exigencias israelíes de condicionarlo al abastecimiento de armamento menos sofisticado que el de Israel y la normalización de relaciones diplomáticas con Israel. Trump no solo que aceptó el condicionamiento saudita de no normalizar relaciones con Israel todo tiempo que no se garantice la constitución de un estado palestino independiente en Cisjordania y Gaza, sino que declaró públicamente que los sofisticados aviones F35 para Arabia Saudita serán del mismo nivel técnico como los de Israel.

Este dramático giro de la diplomacia estadounidense bajo la batuta de Trump, de ninguna manera se debe interpretar como un repentino desentendimiento del viejo compromiso estadounidense, de ambos lados de su mapa político de ese país, de ser un indeclinable respaldo de la existencia de Israel. No hay lugar a las repentinas expresiones de grupos extremistas israelíes que comenzaron a tildar de traicionero a Trump.

El motivo principal que Trump comenzó a pisar muy fuerte en la región, y a cambiar el peso relativo de los participantes, se debe únicamente a la necesidad de poner fin a la continuidad del conflicto palestino-israelí, y no especialmente con el objetivo de favorecer a Israel como se pensaba en un principio. Esta vieja disputa representa un serio escollo para avanzar en sus planes económicos a nivel internacional y en su enfrentamiento con el avance chino al mismo nivel. En ese contexto, Trump comprendió la necesidad de poner freno a los dos factores principales con conductas catalizadoras que eternizan el conflicto: Israel y Hamas. A la par, Trump moviliza a Arabia Saudita, la fuente de financiación de inversiones más poderosa hoy en el mundo, subiéndolo de grado como aliado y socio de grandiosas inversiones, tanto en USA como también en territorio saudita. Todo ello sin olvidar otros dos estados de significativa influencia en la región: Qatar y Turquía. Justamente, la necesidad de pagar el precio de estas movilizaciones, en su visión global, es lo que llevó a Trump a bajar de liga a Israel.

Israel, bajo el prolongado liderazgo de Netanyahu, no se condujo de manera diferente que otros liderazgos de Israel cuando el conflicto lo lleva a batallar militarmente. Brillantes victorias en magistrales operativos militares siempre fueron seguidas de estruendosos fracasos diplomáticos y políticos.

En estos dos últimos años no hay duda que Israel demostró claramente su amplia superioridad militar en todos los frentes. Con todo ello, hoy Trump lo hace bajar estratégicamente de liga. No solo que Israel perdió el control de Gaza, sino que Trump prometió, en contra de Israel, la participación de la Autoridad Palestina en el gobierno de Gaza y, además, garantizó públicamente a líderes árabes que no permitirá a Israel imponer soberanía israelí en Cisjordania.

No hay ninguna seguridad que el plan de Trump logre los objetivos de apaciguar la región y la reconstrucción de Gaza. A dos grandes escollos el presidente de USA deberá sobreponerse. El primero, las enormes dificultades en organizar y desplegar una fuerza militar conjunta de países árabes dispuestos a imponer orden en Gaza, y, sobre todo, desarmar a Hamas. El segundo, los probables intentos de sabotear el proceso por los dos factores interesados en la continuidad del conflicto: Hamas e Israel.

Daniel Kupervaser

Herzlya – Israel 20-11-2025

https://ojalameequivoque.blogspot.com/

kupervaser.daniel@gmail.com

@KupervaserD

Comentarios

Entradas más populares de este blog