NOA SATAT: “PREPÁRENSE, EL MUNDO LES VA A PASAR FACTURA POR LO QUE HACE ISRAEL EN GAZA”
Las consecuencias de esta guerra, un
desastre de proporciones históricas, tardarán en comprenderse plenamente. No
está lejos el día en que Israel deba comenzar a lidiar con los crímenes de
guerra que su ejército está cometiendo en Gaza y a intentar reconstruirse a
nivel moral y ético. Las generaciones futuras deberán pagar los costos de la
guerra, y la reconstrucción física de Gaza llevará muchos años y atormentará a
nuestros hijos y nietos. Un daño menos mensurable, pero quizás aún más
significativo, es la degradación de la vida humana. Los últimos 21 meses, en
los que decenas de palestinos de Gaza, muchos de ellos inocentes, han sido
asesinados casi a diario, han borrado casi por completo la percepción palestina
del valor de la vida. El racismo, en su esencia, es una percepción de jerarquía
social y un sistema de estereotipos negativos, diseñado para justificar y
permitir un statu quo de discriminación y desigualdad. A medida que la política
en Gaza se ha vuelto más desenfrenada, la percepción de los palestinos de Gaza
por parte de la opinión pública judía en Israel se ha vuelto cada vez menos
humana para posibilitar los crímenes de guerra. Debido a la ansiedad, el trauma
y el dolor que abrumaron al pueblo israelí tras la masacre del 7 de octubre, la
radicalización del racismo fue aguda y rápida.
Las vidas de todos los que viven en
Gaza se han vuelto menos importantes que las de los gatos callejeros. Los
hombres mayores no son considerados inocentes en absoluto, ni se les considera
de valor alguno. El asesinato de mujeres, niños e incluso bebés se considera
repetidamente un daño aceptable. Esta mezquindad se debe tanto a la magnitud de
la matanza y la destrucción como a la forma en que se toman las decisiones. El
hecho de que las decisiones importantes sobre la guerra en los últimos meses
las haya tomado Donald Trump, cuyo discurso sobre Gaza es completamente cínico,
cambiante, aleatorio y dependiente del estado de ánimo, y quien determina el
destino de millones, degrada la percepción del valor de la vida, convirtiéndola
en un juego de manipulación sin sentido.
Cuando el pueblo israelí olvida que
Gaza alberga a personas con una historia, valores, deseos y herencia, ideas sin
fundamento real, como el traslado voluntario, pueden parecer lógicas y retrasar
o incluso impedir soluciones realistas. Cuando la población olvida que Gaza
alberga a personas con diversas necesidades que aspiran a una existencia
independiente y digna, las soluciones de ayuda humanitaria en forma de harina
en camiones pueden percibirse como razonables, en lugar de soluciones que
permitan a los habitantes de Gaza desvincularse gradualmente de la necesidad de
ayuda.
La deshumanización de la población
de Gaza también conduce a fenómenos de abusos atroces contra prisioneros
palestinos en las cárceles. Dado que los no humanos pueden ser privados de
alimentos, golpeados y violados, la única obligación es proporcionarles un
mínimo de calorías al día.
Desde un punto de vista utilitario,
también sabemos que los fenómenos antidemocráticos en los territorios
—violencia, racismo y conductas ilegales— permean con el tiempo las fronteras
de Israel. Si se establece la norma de despreciar la vida de los palestinos de
Gaza, esto tendrá implicaciones para la percepción del valor de la vida dentro
de Israel. Pero más que cualquier costo funcional, el costo del desprecio de la
vida humana es moral e inmediato. Los bebés en Gaza han llegado a un estado de
inanición e incluso de muerte, porque Israel no ha encontrado la manera de
transportar alimento infantil a 20 kilómetros de Ashdod hasta Gaza. Esta es la
realidad. Puede que haya sido difícil comprenderla plenamente bajo la niebla de
la guerra, pero cada vez se hará más evidente. Es una realidad insoportable,
una realidad inaceptable.
Se necesitan fuerzas combinadas para
sacarnos del abismo moral en el que nos hemos hundido. No solo un liderazgo
político que no tema decir la verdad al público, sino también los sistemas
legales que parecen haber fallado durante la guerra y no han puesto límites: la
Fiscalía General, la Defensoría del Pueblo, los tribunales. Necesitamos una
prensa comprometida con la verdad, que refleje al público los horribles sucesos
de los que es responsable el gobierno. Necesitamos sistemas educativos que no
teman educar a los niños para que luchen por la democracia, el humanismo y la
paz, en lugar de embarcarse en una carrera imaginaria por unidades de combate.
Necesitamos artistas valientes que no teman escribir, crear y reflejar la
realidad al público, en teatro, poesía, museos, cine, como solo el arte puede
hacerlo. Todos estos sistemas han sido aplastados y pisoteados hasta la médula
durante los casi tres años del gobierno más destructivo desde la fundación del
estado. Los artistas tienen miedo, la oposición opera según las encuestas, las
instituciones culturales luchan por presupuestos, no hay nada que ampliar sobre
la Fiscalía General y el sistema legal. Pero junto con la comprensión relativa
de las circunstancias que llevaron al colapso de todas estas gloriosas
instituciones, esto es una llamada de atención. Sacúdanse el polvo, comiencen a
restaurar los cimientos sobre los que se fundan, muestren al público cuán
profundo nos hemos hundido en el abismo, ofrezcan una alternativa al
derramamiento de sangre. El resurgimiento, el presupuesto, el fin de la
persecución contra ustedes vendrá solo después.
Noa Satat es la Directora General de
la Asociación de Defensa de Derechos Civiles en Israel
Fuente: Haaretz, 21-7-25
Traducción: Daniel Kupervaser
Herzlya – Israel 21-7-2025
https://ojalameequivoque.blogspot.com/
kupervaser.daniel@gmail.com
@KupervaserD
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