RAZ ZIMMT: “LA GUERRA FRENTE A IRÁN. LA SITUACIÓN, DILEMAS Y SIGNIFICADOS
Irán se acerca a una encrucijada en la toma de decisiones
sobre la continuación de la guerra contra Israel: ¿Qué dilemas enfrenta y por
qué debería prepararse Israel?
Tres días después del inicio de la guerra entre Israel e
Irán, Teherán se acerca a una encrucijada en la toma de decisiones sobre la
continuación de los combates, la estrategia de salida y un posible acuerdo
posterior. En esta etapa, Irán sigue centrado en la lucha, pero a medida que
esta continúa y se acumulan los daños, deberá decidir entre continuarla en su
forma actual, poner fin a los combates con un acuerdo diplomático o
intensificar las medidas, como retirarse del TNP (Acuerdo de No Proliferación
de Armas Nucleares). Esta decisión dependerá de la evaluación que haga Teherán
de la situación respecto a la mejor manera de preservar la supervivencia del
régimen, su programa nuclear y sus arsenales estratégicos. Otro dilema
importante enfrentará a los líderes iraníes al final de la campaña: si
arriesgarse a socavar la supervivencia del régimen a corto plazo al continuar
la campaña y permitir la participación activa de Estados Unidos, o renunciar al
enriquecimiento de uranio en su territorio, que considera un componente clave
de la "póliza de seguro" para la supervivencia del régimen. Por su
parte, Israel se enfrenta a dos opciones principales: continuar y profundizar
la campaña para seguir consolidando sus logros operativos, pero a costa de
pérdidas y daños en el frente interno, o buscar un alto el fuego desde una
etapa en la que considera que ha agotado sus objetivos, especialmente en lo que
respecta al programa nuclear. En cualquier caso, Israel deberá estar preparado
para continuar su campaña a fin de consolidar los logros alcanzados y, sobre
todo, para evitar un intento iraní de restaurar su capacidad nuclear y, peor
aún, de avanzar hacia el armamento nuclear basándose en las capacidades que aún
posee.
Tres días después del estallido de hostilidades entre
Irán e Israel, Irán se acerca a una coyuntura decisiva en un contexto de
continuos e importantes ataques israelíes y el daño acumulado a las capacidades
y activos estratégicos iraníes. En este punto, la situación desde la
perspectiva iraní es compleja y heterogénea: por un lado, ha sufrido un golpe
inicial extremadamente duro, que ha golpeado a la alta cúpula militar. Esto no
solo constituye una sorpresa estratégica, una humillación nacional y una prueba
más de la penetración de inteligencia y operaciones de Israel en centros
críticos de poder del régimen, sino también un daño, aunque temporal y parcial,
a la capacidad de los líderes políticos y de seguridad de Teherán para
gestionar óptimamente la campaña en ausencia de comandantes prominentes de las
fuerzas armadas iraníes, encabezados por el Jefe de Estado Mayor, el Comandante
de la Guardia Revolucionaria, los jefes de los departamentos de inteligencia y
operaciones, y el Comandante del Ala Aérea y Espacial de la Guardia
Revolucionaria.
Además, en los últimos días, la Fuerza Aérea Israelí ha
continuado alcanzando importantes logros operativos y causando daños
acumulativos al programa nuclear (incluyendo daños, aunque parciales, pero no
totales, a la planta de enriquecimiento de Natanz y el asesinato de más de diez
científicos aparentemente vinculados al programa de armas nucleares y que
constituyen un importante cuello de botella en dicho programa), a las
estructuras militares y de seguridad iraníes (comandos, arsenales de misiles,
defensa aérea y el sistema de inteligencia de la Guardia Revolucionaria) y a
ciertas infraestructuras estratégicas del sector energético. El ataque en curso
contra Israel podría erosionar el sistema de mando y control de las fuerzas
armadas iraníes e incluso debilitar con el tiempo la capacidad del régimen para
afrontar con éxito los desafíos internos, hasta el punto de representar una
amenaza creciente para su estabilidad.
Por otro lado, el liderazgo iraní cuenta actualmente con
varios logros concretos: el programa nuclear ha sufrido daños, pero estos no
son críticos, especialmente mientras no se dañe la planta de enriquecimiento de
Fordow. En segundo lugar, por el momento no existe una amenaza real e inmediata
para la estabilidad interna del régimen, que sigue demostrando cohesión,
determinación y vitalidad, e incluso está alineando sus filas ante la amenaza
externa. El público iraní, cuya hostilidad hacia el régimen es indudable,
expresa su descontento por la incapacidad de las autoridades para brindar
protección a los ciudadanos, pero no muestra oposición al régimen en esta
etapa. Parece que la posición del público está ampliamente influenciada por las
imágenes de devastación en los barrios residenciales afectados por los ataques
israelíes, lo que en realidad contribuye a la cohesión interna y a un mayor
sentido de solidaridad nacional. En tercer lugar, el régimen ha logrado
infligir cierto daño al frente interno israelí. Aunque la magnitud del daño es
relativamente limitada, los medios de comunicación y las autoridades iraníes
utilizan la documentación del daño en Israel para enfatizar la narrativa
pública sobre la capacidad de la República Islámica para lidiar con éxito con
Israel a lo largo del tiempo e infligirle un daño significativo.
Ante esta realidad, Irán se enfrenta a decisiones
cruciales sobre la forma de conducir la campaña y la estrategia de salida. Se
puede afirmar que el liderazgo iraní se esfuerza por preservar varios logros
claves incluso después del fin de la campaña: la supervivencia del régimen, el
deseo de protegerlo de amenazas nacionales y extranjeras, fue y sigue siendo el
objetivo principal de la República Islámica; la supervivencia del programa
nuclear, considerado una "póliza de seguro" para preservar la
existencia del régimen; y la supervivencia de activos estratégicos críticos,
como los sistemas de misiles, la inteligencia y el comando y control, de forma
que le permitan afrontar futuros desafíos de seguridad.
Las decisiones que Irán adoptará sobre la forma de
conducir la campaña, la fecha de su conclusión, la estrategia de salida y,
posteriormente, la posible solución y el futuro de la estrategia nuclear, se
tomarán en las próximas semanas con base en su evaluación de su capacidad para
preservar estos logros clave.
En esta etapa, Irán sigue centrado en conducir la lucha
mientras intenta minimizar las consecuencias de los ataques israelíes e
infligir el máximo daño a Israel. Sin embargo, a medida que la campaña continúa
y sus daños se acumulan, los líderes de Teherán deberán decidir entre varias
opciones clave: continuar la campaña en su forma actual para intentar arrastrar
a Israel a una prolongada guerra de desgaste, intentar poner fin a la campaña
mediante un acuerdo diplomático o intensificar la ofensiva, como retirarse del
TNP o intentar avanzar hacia el desarrollo de armas nucleares (posiblemente en
una instalación secreta) para fomentar la intervención internacional y detener
la guerra.
Continuar la lucha podría permitir a Irán seguir dañando
el territorio israelí, pero, por otro lado, le exigiría asumir costos elevados,
que podrían escalar aún más y poner en peligro activos estratégicos,
infraestructura crítica e incluso capacidades nucleares adicionales. Con el
tiempo, estos daños podrían socavar su capacidad para mantener los logros clave
que busca al final de la campaña. Además, no hay certeza sobre cuánto tiempo
podrá continuar lanzando descargas de misiles a sus niveles actuales. Si se ve
obligado a adoptar una economía de armamento, especialmente ante el continuo deterioro
de sus capacidades por parte de Israel, podría llegar a un punto en el que no
pueda representar un desafío significativo para los sistemas de defensa aérea
israelíes con unos pocos lanzamientos diarios.
La decisión iraní de poner fin a la campaña y reanudar
las negociaciones depende del acuerdo israelí con un alto el fuego y
posiblemente también de la disposición de Estados Unidos a aceptar sus demandas
antes de dicho alto el fuego. En cualquier caso, es muy dudoso que Irán esté
preparado en esta etapa para demostrar flexibilidad y disposición a volver a la
mesa de negociaciones. El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araqchi,
ha expresado su disposición, en principio, a un alto el fuego, pero el portavoz
del Ministerio de Asuntos Exteriores ya ha dejado claro que la reanudación de
las conversaciones con Estados Unidos ha perdido sentido, ya que Teherán no
cree que Israel actuara sin coordinación, cooperación o, al menos, sin la
autorización del gobierno estadounidense.
La retirada del TNP, ya propuesta por varios miembros del
Majlis iraní, y más aún el intento de avanzar hacia el desarrollo de armas
nucleares, podría utilizarse como medio de presión para la intervención
internacional y el fin de la guerra. Sin embargo, es dudoso que Irán sea capaz
actualmente, especialmente a la luz de la probada penetración de inteligencia
en el programa nuclear y la continua e intensa actividad de las Fuerzas de
Defensa de Israel (FDI) en el cielo iraní, de piratear armas en secreto.
Además, estas medidas conllevan un riesgo significativo, ya que podrían
conducir a la intervención estadounidense en la campaña, algo que Irán desea
evitar, y también debilitar la legitimidad internacional de Irán, aparentemente
fortalecida tras el ataque preventivo israelí. Incluso si se logra un alto el
fuego, los líderes iraníes se enfrentarán a un profundo dilema respecto a su
política futura. Por un lado, la determinación de continuar enriqueciendo
uranio en su territorio podría llevar no solo a la reanudación de la campaña, sino
también a la incorporación de Estados Unidos a la guerra, lo que podría suponer
un desafío existencial para la supervivencia del régimen. Por otro lado,
aceptar las negociaciones implicaría que se le exigiera nuevamente que
renunciara a sus capacidades de enriquecimiento en su territorio.
En esta situación, el líder se enfrentaría a un dilema
particularmente difícil: si arriesgarse a socavar la supervivencia del régimen
a corto plazo con la continuación de la campaña y la posibilidad de arrastrar a
Estados Unidos a una confrontación, o poner en peligro la supervivencia del
régimen a largo plazo renunciando al enriquecimiento de uranio, que los líderes
de Teherán consideran un componente clave de la póliza de seguro del régimen.
En este sentido, el dilema será aún más difícil que el de su predecesor,
Jomeini, quien estuvo dispuesto a "beber la copa envenenada" en 1988,
cuando se vio obligado a acordar un alto el fuego con Irak. La elección que
enfrenta el líder actual será aún más seria que la del fundador de la
Revolución Islámica, porque la cuestión puede no ser si beber la "copa
envenenada", sino si elegir una opción que, en su opinión, podría llevar
al colapso de su régimen en el corto plazo, o una que, en su opinión, podría
poner en peligro la supervivencia de su régimen, incluso si fuera en el largo
plazo.
Si el líder concluye que continuar la lucha pone en grave
peligro su supervivencia y que no podrá lograr un avance hacia las armas
nucleares en un futuro próximo (por razones técnicas o en vista del enorme
riesgo que implica), podría aceptar negociaciones e incluso concesiones
significativas, incluso en el ámbito del enriquecimiento de uranio en
territorio iraní. Podría aceptar negociaciones y un compromiso de gran alcance,
partiendo del supuesto de que en el futuro podrá explotar las capacidades
nucleares residuales que le quedan para lograr un avance hacia las armas
nucleares en circunstancias más favorables y bajo los auspicios de las
negociaciones, como hizo Corea del Norte en su momento. Es posible que en las
negociaciones Teherán exija la inclusión de otros actores, como Rusia o China,
en las conversaciones, dada su profunda desconfianza hacia Estados Unidos.
Desde la perspectiva de Israel, existen dos opciones
principales. Primero, continuar la campaña mientras se consolidan y amplían los
logros, lo que incluye profundizar el daño al programa nuclear, dañar activos
militares y de seguridad estratégicos y debilitar al régimen. La ventaja de
este enfoque reside en degradar aún más las capacidades iraníes y socavar aún
más las instituciones del régimen. La capacidad de Israel para destruir el
programa nuclear iraní o impedir por completo que mantenga capacidades
nucleares residuales significativas es cuestionable sin la participación activa
de Estados Unidos, pero continuar la campaña podría aumentar la posibilidad de
forzar concesiones significativas adicionales a Irán.
Sus desventajas, por otro lado, incluyen una mayor
absorción en el frente interno, pérdidas y daños a la infraestructura israelí.
Prolongar la guerra probablemente también erosionará la sensación de logro con
el tiempo y creará la tentación de expandir la campaña en direcciones que no
contribuyan al objetivo estratégico central: bloquear el camino de Irán hacia
las armas nucleares. Una segunda opción es buscar un alto el fuego. Cabe
suponer que, si se alcanza un alto el fuego en esta etapa, Israel no podrá
alcanzar el logro completo requerido, especialmente en el ámbito nuclear.
Además, incluso un alto el fuego y las negociaciones (si Irán las acepta)
probablemente no harán que Irán acepte concesiones significativas adicionales
en este momento, ya que es dudoso que Teherán tenga algún temor significativo
de perder sus capacidades estratégicas.
Por lo tanto, Israel debe esforzarse por lograr un alto
el fuego (incluso en ausencia de un acuerdo político sobre la cuestión nuclear
entre Irán y Occidente) para evitar verse arrastrado a una guerra de desgaste,
que no cumple con su propósito estratégico, solo después de concluir que ha
agotado todos los recursos disponibles para avanzar en dicho propósito. En
cualquier caso, la postura de Israel estará determinada en gran medida por la
postura de Estados Unidos, tanto respecto a la continuación de la campaña como
a un posible acuerdo futuro con Irán.
En cualquier caso, Israel debe prepararse para la
posibilidad de que, independientemente de que la campaña finalice con un
acuerdo político o con un alto el fuego sin acuerdo, sea necesario continuar la
campaña contra Irán, ya sea mediante medios militares cinéticos o contramedidas
encubiertas (en coordinación e incluso cooperación con Estados Unidos) para
mantener los logros, evitar un intento iraní de restaurar la infraestructura
nuclear y, especialmente, frenar cualquier intento iraní de explotar las capacidades
que aún posee para desarrollar armas nucleares.
Raz Zimmt es Director del Programa Irán del INSS,
Instituto Nacional de Estudios de Seguridad de la Universidad de Tel Aviv.
Fuente INSS
Traducción: Daniel Kupervaser
Herzlya – Israel 16-6-2025
https://ojalameequivoque.blogspot.com/
kupervaser.daniel@gmail.com
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