EN LA PELEA ENTRE JUDIOS Y PALESTINOS POR EL TERRITORIO ENTRE EL RÍO Y EL MAR NO HABRÁ VENCEDORES NI VENCIDOS

Si bien las tensiones entre judíos y palestinos en el territorio entre el Mediterráneo y el Rio Jordán relatan de tiempo anterior, la violencia entre las partes comienza a principios de la década del 20 del siglo pasado. Tras más de un siglo, hoy mas que nunca, da la impresión que se trata de un conflicto cuyo destino es eternizarse.

¿Qué piensa el mundo al respecto?, ¿Qué factor actúa para mantenerlo vivo con su máxima virulencia? ¿A qué se debe esta casi eternización de un conflicto?  

Desde el acuerdo Faisal-Weizmann de 1919, pasando por varias comisiones de expertos por iniciativa del mandato ingles en la región (1917-1948), o la ONU desde su constitución, y, por último, la posición de una abrumadora mayoría de estados en el mundo, todos coinciden que la única solución al conflicto debe basarse en una partición territorial de la región entre el Mediterráneo y el Rio Jordán.


Lo interesante es constatar la manera como se relacionaron ambas partes (abierta y simuladamente) a la propuesta de la partición de forma cambiante a través del tiempo.

Pese a la presión de sectores revisionistas, el liderazgo israelí respondió positivamente a la propuesta de ONU de 1947, mientras que los árabes, suponiendo una superioridad militar, se opusieron.  Los resultados de la guerra de 1948 son conocidos, pero ya a los pocos años, al fin de la guerra de 1956 en la cual Israel conquistó Gaza y la península de Sinaí, Ben Gurion, muy contento, lo consideró como el primer paso para restaurar el reino judío del Nilo al Éufrates (Haaretz, 9-12-2016). La inmediata y tajante presión de Eisenhower le obligó a retornar inmediatamente a los limites reconocidos de Israel de 1948.

En 1993 el liderazgo de El Fatah en los palestinos acordó el principio de la partición con Israel en el marco de los acuerdos de Oslo, aunque por presión de Hamas que reclama el todo para los palestinos, rápidamente todo retorno al campo de batalla.

Los hechos básicos al día de hoy son los siguientes.

Entre el Mediterráneo y el Rio Jordán conviven 7,5 millones de judíos junto a 7,5 millones de palestinos. De esos últimos, 5,4 millones bajo dominio militar y soberanía de facto israelí (2,2 millones en Gaza y 3,2 millones en Cisjordania) y 2,1 millones en Israel como ciudadanos de Israel. Tanto israelíes como palestinos no se mueven del lugar ni se los puede deportar.

Pese a la existencia en ambos pueblos de grandes componentes que apoyan la posibilidad de un acuerdo basado en reconocimiento mutuo y partición territorial, este proyecto se hace imposible dada la fuerte presencia de importantes sectores extremistas que abanderan el lema de todo el territorio es nuestro y el otro pueblo debe ser desterrado. Mas aun, las constelaciones políticas en ambos pueblos crearon una situación que los dos liderazgos fueron conducidos a una encrucijada en la que no solo no podían enfrentar o desalojar estos grupos ideológicos intransigentes, sino que se vieron obligados a depender de ellos, movimiento que les condicionó la adopción de las posiciones extremas de sus “aparentes” adversarios ideológicos.

Así podemos ver un estado de Israel conducido básicamente por lo que fue una derecha tradicional liberal, que fue obligada en las últimas elecciones a adoptar concepciones del supremacismo judío representado por los partidos de Smotrich y Ben Gvir, que promocionan la gran Israel con un plan de limpieza étnica de palestinos de su territorio. Del lado palestino, ante el fracaso de la visión transigente de El Fatah, gran parte de la población se plegó a la concepción extremista de Hamas con su propuesta echar a todos los judíos al mar.  

Así es como ambos pueblos sufren ya mas de un siglo las consecuencias de un conflicto sangriento y sin esperanza alguna de su fin. No habrá ni puede haber vencedores y vencidos. El slogan de Netanyahu de una victoria total no es más que una consigna electoral hueca.   

Nada se podrá avanzar si no se logra erradicar de raíz la nefasta y devastadora influencia de los sectores fundamentalistas y extremistas que se ha enraizado durante generaciones en cada uno de los pueblos, no solamente entre los palestinos.  Por otro lado, ningún pueblo puede aceptar vivir bajo dominación foránea sin pertenecer a un estado independiente como ciudadanos con plenos derechos civiles. La negación de tales condiciones con sumisión bajo gobierno militar sin derechos civiles, necesariamente conlleva a una rebelión, también por medio del terrorismo, que por supuesto goza del apoyo masivo en el mundo. Ese proceso lo vivió el judaísmo antes de 1948 y hoy una creciente proporción del mundo se lo reconoce a los palestinos.

El fin del conflicto no podrá materializarse hasta el arribo a un consenso en materia de partición territorial razonable con severas garantías mutuas de seguridad. No habrá vencedores ni vencidos por la fuerza de la guerra. La continuidad de la situación de dominador y dominados necesariamente conllevará a una creciente repulsa y aislamiento universal del dominador. Movilizar poder en USA a favor de Israel por medio de dinero de judíos a políticos estadounidenses, también arribará a su fin.

No hay conflictos eternos, hay lideres ineptos.

Daniel Kupervaser

Herzlya – Israel 5-4-2025

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kupervaser.daniel@gmail.com

@KupervaserD

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